En los últimos meses he estado pasando por situaciones complejas, además de que, ya me sentía mal físicamente. Entonces, comencé a preguntarme ¿Qué actitud deberíamos de tener cuando todo nos sale mal?
- Por un lado, podemos simplemente dejar pasar las cosas y esperar a que todo se resuelva por sí solo. Pero, si eres una de esas personas a las que le gusta tener el control sobre su vida, no vas a sentirte cómodo, ya que también, es algo similar a rendirse. Vas a querer ser tú, quien de los pasos para salir de la situación en la que te encuentras.
- Por otro lado, podemos aferrarnos a la idea de seguir con un plan o una idea, algo que ya teníamos establecido. Aunque, a la larga, este tipo de actitud, también nos puede llevar a un desgaste no solo emocional sino, también, físico. Muchas veces nos llegamos a enfermar debido al estrés que ponemos encima de nosotros. Además, de que, podemos llegar a obsesionarnos con la idea de que las cosas deberían de ser de una forma en particular. Al hacer esto, vamos a poner gran parte de nosotros en algo que no va a cambiar. Es también, poner tiempo en cosas que no se van a resolver como nosotros deseamos. Estamos contribuyendo al deterioro de nuestra salud emocional.
Entonces, ¿Qué actitud deberíamos de tener cuando todo nos sale mal?
Creo que, lo más importante es saber decidir en qué momento vamos a soltar las situaciones por las que estamos pasando. Y, en qué momento, vamos a ser nosotros quienes deberíamos de trabajar día tras día para cambiar lo que estamos viviendo. Hay que lograr un equilibrio, entre lo que podemos cambiar y lo que debemos de dejar ir. Pensar en aquellas cosas que no dependen de nosotros para no poner ahí nuestra energía. Pero, observar lo que sí podemos cambiar. Entonces, comenzar desde ahí a trabajar para que las cosas sean de la mejor forma posible.
Algo que no deberíamos de hacer y que a veces no podemos evitar es el preguntarnos de forma constante ¿Por qué me pasa esto? ¿Qué hice para merecerlo? Debemos evitar ver las cosas como si fueran un castigo, al contrario, podemos intentar descifrar aquello que podemos aprender de lo que estamos viviendo.
Tampoco es sano el culparnos constantemente por lo que vivimos. A lo largo de nuestra vida vamos a pasar por más situaciones difíciles y desagradables de las que quisiéramos. Pero, culparnos solo nos hace centrarnos en el problema, en lugar de buscar una solución.
No debemos de olvidar
Algo que no debemos de olvidar es, ser amigos de nosotros mismos. Muchas veces, queremos el apoyo de otras personas para salir adelante y desafortunadamente, no siempre vamos a tener el apoyo que esperamos de las demás personas. Pero, si somos capaces de ser nosotros mismos quienes nos demos esas palabras, ese apoyo. Nos daremos cuenta de que no es necesario tener personas echándonos porras todo el tiempo. Ya que, somos perfectamente capaces de levantarnos y sanarnos emocionalmente por nosotros mismos.
Sin embargo, si sientes que no puedes con lo que estás viviendo. No te sientas mal por pedir ayuda. No tiene nada de malo hacerlo. Al contrario, eso te convierte en una persona capaz de reconocer sus debilidades, para luego, convertirlas en fortalezas.
Experiencia personal.
Decidí escribir esto porque últimamente me he preguntado, ¿Qué actitud deberíamos de tener cuando todo nos sale mal?
No es fácil cuando pasas por una cosa tras otra. Al principio parece fácil el pensar que todo se va a resolver, que solo necesitas seguir enfocándote en las cosas que tienes que hacer. pero no somos máquinas. Somos personas, se nos acaba la paciencia, perdemos las fuerzas y a veces, también nos llenamos de desesperanza.
Al final, solo queda confiar en que vamos a ser capaces de saber elegir aquello por lo que vale la pena luchar.
Es importante recordar que, necesitamos tener cada día pequeñas recompensas para poder seguir adelante. Cosas que, tal vez no tienen importancia para los demás. Pero, a nosotros nos hacen sentir bien. Disfrutar de un pequeño momento o realizar alguna actividad que nos guste. Buscar siempre la forma de mantenernos enfocados en esas pequeñas cosas positivas que aún nos quedan. Porque, cuando perdemos de vista estas cosas, corremos el riesgo de lastimarnos emocionalmente más de lo necesario.